4.8.12

¿Tienen pastillas para no soñar?



Sábado noche. Reversible. Siempre le podemos dar la vuelta a las cosas. Pero para qué engañar a todos esos pesimistas que se autodefinen como realistas: están siendo unos días de mierda. “Ese rencor que sientes es más viejo que la tierra”. Es verdad, cuánta razón, qué ciertas todas esas palabras! Estamos a cinco de agosto y aun intento salir a la superficie. Cuando tocas fondo es difícil mantenerse a flote. Ahí abajo existe una presión enorme, que agobia y aturulla, que es capaz de marear a cualquiera, como si el tiempo diera vueltas sobre si mismo, sin llegar a ninguna conclusión merecida. Después vienen ráfagas de viento que parecen que te dan un respiro, pero siempre duran mucho menos de lo que me gustaría. Cuando creo estar cerca de la orilla sube la marea y me arrastra, siempre en retroceso, mar adentro, hasta volver a tocar fondo. Pero algo ha cambiado aquí dentro. Ahora necesito salir. En `intentar asimilar´ me preparé demasiado, sólo tengo que aplicar la teoría. Estoy harta, furiosa. Me prometí que iba a ser la ‘última línea juntos, que verso acabado punto’, que ‘ojalá no te hubiera conocido nunca’ es el estribillo de una canción cualquiera,  y que ‘quien te quiere no te hará llorar, te hará volar’. Oído cocina. No se que es lo que pesa más, el echar de menos duele, pero el rencor escuece. Yo no solía odiarte, ni tú solías olvidarte de mi. Esta vez sí que nos separa la distancia. La peor de todas las distancias que podíamos imaginarnos. Lo que siempre habíamos jurado no hacer. Rompiendo promesas, una vez más, que no valen nada. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario